Desde hace años la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre un fenómeno a escala global que debe ser atendido antes de que sea demasiado tarde: el envejecimiento acelerado de la población. El dato es contundente: entre 2015 y 2050 la proporción de la población mundial con más de 60 años de edad pasará de 900 millones hasta 2000 millones, lo que representará un aumento del 12% al 22%. Esa escalada estadística tendrá sus preocupantes y variadas consecuencias si los países no toman cartas en el asunto al momento, por ejemplo, de planificar la recepción de cada vez más personas en los sistemas de salud.
En 2014 en “Alergia, Asma e Inmunología Clínica”, la revista oficial de la Sociedad Canadiense de Alergia e Inmunología Clínica (CSACI, siglas en inglés), los investigadores William Gerth, Stephen Betschel y Arthur Zbrozek advirtieron sobre un problema que provocaría el envejecimiento poblacional: el aumento de la demanda de terapia de infusión intravenosa en hospitales y consultorios.
Este tipo de terapia es utilizada en diferentes afecciones médicas, como el cáncer y las enfermedades gastrointestinales. También es aplicada en pacientes con enfermedades que requieren terapias de infusión especializadas, como la insuficiencia cardíaca congestiva y la artritis reumatoide. La capacidad para atender a estos pacientes tendrá que aumentar en términos de instalaciones y personal. Y será esa situación la que podría generar una eventual crisis en términos de escasez en la cantidad de recursos humanos y en los equipamientos técnicos para llevar adelante los tratamientos.
A modo de ejemplo los autores del artículo describen un caso particular: el de Canadá. Según los datos de los Servicios Canadienses de Sangre (CBS, siglas en inglés), entre 2006/07 y 2010/2011, el crecimiento anual en el uso general de inmunoglobulina fue del 8,3%. Asimismo, en la provincia Columbia Británica el número de pacientes que reciben un tratamiento de inmunoglobulina intravenosa hospitalario (IVIg) creció un 42,6% entre 2003/04 y 2008/09.
Una posible solución que proponen los investigadores Gerth, Betschel y Zbrozek es una novedosa alternativa médica: la terapia inmunoglobulina subcutánea domiciliaria (SCIg). Según el informe, la SCIg proporciona niveles de inmunoglobulina aceptables, una baja incidencia de efectos secundarios, una eficacia similar al tratamiento hospitalario (IVIg) y una recuperación funcional más rápida.
Otra ventaja central de esta innovación médica está vinculada con lo planteado al inicio de este artículo: la necesidad de descomprimir la demanda de aquellas personas que necesiten realizar este tipo de terapia sobre los centros hospitalarios. Si eso no se contrarresta dos consecuencias inmediatas serían: el sobretrabajo del personal de salud y el riesgo de que los pacientes no reciban una buena atención por la sobreexigencia de las enfermeras y los médicos.
Gerth, Betschel y Zbrozek ofrecen datos en los que la terapia inmunoglobulina subcutánea domiciliaria (SCIg) permite avizorar un panorama más alentador al momento de descongestionar los hospitales y reducir el trabajo de las enfermeras. Por ejemplo, en Canadá, un estudio comprobó que el uso de la SCIg en relación con la IVIg significó una reducción en el tiempo dedicado por el personal de enfermería de un centro pediátrico de pacientes con inmunodeficiencias primarias: 52,5 horas menos al año por enfermera. En otro estudio canadiense, esta vez con pacientes adultos, el cambio de IVIg a SCIg supuso 45,2 horas menos de tiempo de enfermería en el primer año y 51,2 horas menos al año siguiente.
En ese sentido, la proyección realizada por la OMS sobre el incremento del envejecimiento poblacional que -según Gerth, Betschel y Zbrozek- provocaría una mayor asistencia de pacientes a instituciones sanitarias para recibir infusiones intravenosas, es una problemática que ya posee una alternativa: la terapia inmunoglobulina subcutánea domiciliaria. La SCIg está entre nosotros y el abanico de puntos a favor que ofrece no sólo se manifiesta en el ámbito de la ciencia médica. También permite ubicarla como una posibilidad real de solución al momento de aliviar la “presión” que vivirán las instituciones sanitarias y su personal cuando más pacientes se acerquen a recibir su tratamiento.